¿De dónde viene la tradición de adornar el árbol de Navidad?
Las antiguas tradiciones de los pueblos celtas, germanos y escandinavos (del norte y centro de Europa), basadas en el respeto y seguimiento de los ciclos naturales del año y de las fuerzas de la naturaleza, celebraban en el solsticio de invierno (en el Hemisferio Norte, alrededor del 24 de diciembre) el nacimiento del niño-sol, el hijo de la Gran Madre, normalmente asociada a la tierra y a la luna. En los países escandinavos, esta fecha se llamaba tradicionalmente Yule, término que procede de una palabra escandinava que significa «rueda» (en alusión al ciclo de estaciones). Curiosamente, esta tradición también se encuentra entre otros pueblos de la antigüedad y en los mitos greco-romanos.
Era costumbre adornar las casas con hiedra, por dentro y por fuera, y poner guirnaldas de acebo y muérdago, normalmente con afán de proteger a los moradores de las casas y evitar visitas indeseadas. Las campanas que tradicionalmente se cuelgan como símbolo de la Navidad proceden de una antigua superstición que dice que los malos espíritus se podían ahuyentar haciendo sonar campanillas. También se encuentran modernos adornos navideños en forma de herradura, otra antigua forma de deshacerse de influencias negativas indeseables. Durante la fiesta se consumían panecillos dulces y vino.
Los colores empleados para los adornos eran el color rojo, símbolo del nacimiento (por su asociación con la sangre del parto), y el verde, símbolo de la tierra, ya que se consideraba que, al empezar los días a ser más largos, era entonces cuando verdaderamente empezaba a resurgir la vida en la tierra.
Las manzanas y las piñas eran otros elementos simbólicos utilizados para la ocasión, ya que representaban la vida después de la muerte y la fertilidad, respectivamente. Hoy en día, siguen vendiéndose adornos para el árbol, en forma de pequeñas manzanas rojas y de piñas doradas.
En la actualidad, los adornos navideños han perdido toda su carga mística, para pasar a ser meros objetos de decoración, pero en la antigüedad tenían un claro componente mágico.Otra costumbre heredada de los pueblos celtas es la del árbol de Navidad, que en su origen era un tronco de árbol que se quemaba la noche del solsticio, para festejar el renacimiento del sol y para atraer la prosperidad. Esta costumbre se remonta incluso al antiguo Egipto, en el 5000 a.c. (festejaban el nacimiento de Horus, su «rey sol») y a la antigua Sumeria (festejaban el nacimiento del dios Mitra), y ha sufrido cambios, pero ha estado presente desde entonces en multitud de culturas.
Cuando los celtas adoptaron esta costumbre, hacia el 1100 a.c., recogían un leño después del solsticio y lo guardaban hasta que, unos días antes de la festividad, lo adornaban con piñas de conífera, acebo, hiedra y otras plantas ,siempre verdes, lo que parece que puede ser uno de los orígenes de la costumbre actual de adornar un árbol. Después de varios días adornado y colocado en un lugar de honor del hogar, para que todos los miembros de la familia pudieran tocarlo y dejarle golosinas y regalos, el leño se prendía al ponerse el sol la noche del solsticio (normalmente era la madre quien prendía el fuego) y se quemaba lentamente. Sus cenizas se guardaban con veneración, ya que se decía que podían curar enfermedades, y se solía guardar algún resto carbonizado para encender el fuego del leño del año siguiente.
En Estados Unidos, en muchos lugares sigue vigente la tradición de encender un fuego la noche de Nochebuena y, sin necesidad de ir más lejos, en la actualidad, en toda Catalunya persiste la costumbre del «Tió», un tronco de árbol que, según la tradición «caga» regalos para los niños que lo tocan con un palo la noche de Nochebuena. Previamente, el Tió se ha tenido en la casa durante los días antes de Navidad y, en algunos lugares, se le «alimenta» con dulces, para que los regalos sean mejores. También existe la costumbre de golpearlo con varas (algunos estudiosos sugieren que podría ser un símbolo de la fecundación). Así, alimentado y fecundado, el tronco se convierte en un símbolo de fertilidad, alegría y buena suerte. ¿No les resulta familiar la expresión «tocar madera» cuando se desea alejar la mala suerte?